El valor de lo hermoso

(Playa del Lago-Cabo Vilán-Cementerio de los ingleses-playa de trece-Camele-Playa de Traba-Playa de Soesto)

Y pusimos rumbo a Camariñas. Pero pese a que el tom-tom nos enviada tierra adentro, insistimos en modificar la ruta para ir por la costa. Así nos adentramos por carreteras que atravesaban bosques de eucaliptos, pinos, avellanos y robles, para quedarnos conmocionados ante la vista de la playa del lago (43º06'18.52 N;9º09'51.54O) que en una curva de la carretera descubrimos entre los pinos.

En esta hermosa playa desemboca un río que forma un pequeño lago. Ya había leído algo de ella a algún forero gallego de acpasión. Y se quedó corto. Es una playa realmente bella, quizás la más bonita que hayamos visto hasta ahora.

Pero....curiosamente no tiene sitio para aparcar: una dirección prohibida en un camino que se introduce en los pinos junto a la playa y dos aparcamientos que son del camping y de un hostal. Pero aprovechando que era lunes y que estaba todo vacío, dejamos en uno de ellos la camper y paseamos por esta paradisiaca playa, pequeña, recogida, de aguas transparentes y serenas y una vez más, de blancas arenas y casi solitaria.


Y llegamos al final, donde un hombre llenaba su bolsa de plástico de algo que recogía entre las rocas aprovechando la marea baja. Y saciamos nuestra curiosidad: se trataba de camarones.

Mantuvimos una breve conversación acerca de la suciedad de las playas, ya que en ésta, curiosamente, los cubos de basura estaban a rebosar después del domingo,y nos comentó que solo se limpian los meses de verano.


Y una vez más en la playa todo tipo guarrerías que el mar vomita. Y ahora deseo manifestar mi total acuerdo con lo que una amiga mía afirma: todos los parados que tenemos en nuestro país, que cobran su paro, podrían contribuir a la limpieza de estos lugares. De acuerdo que no es un gran sueldo, pero podían dedicar unas pocas horas al día a este tipo de tareas comunitarias sintiéndose útiles y esto además podría contribuir a evitar la “economía sumergida” de aquellos que cobran el paro y trabajan a su vez en algún que otro sitio, que, como las meigas, “haberlos, hailos”

Y por otro lado, otra reflexión sobre la educación, que es la base para concienciar a la gente, para que aprenda a valorar la belleza y el impresionante valor natural de estas costas, la necesidad de mantenerlas, si no por ellos, para sus hijos o nietos, para comprender que estamos aquí de paso y que nuestra obligación es conservar esto para otros. En una palabra: menos obras faraónicas, de las que hemos visto muchas a la largo de nuestro corto periplo –obras, por cierto, que luego no pueden ser mantenidas por los distintos municipios que carecen de fondos suficientes para ello- , y más educación e inversión en el mantenimiento de lo que hay.

El buen hombre continuó con sus camarones y yo,… pues encontré uno de mis bocados favoritos, bígaros, y conseguí recoger casi medio kilo de los que di buena cuenta por la noche y que me supieron a gloria bendita.
Y en estas reflexiones llegamos a Camariñas que dejamos atrás sin pena ni gloria, sin ver nada que desvelara que aquí el encaje de bolillos es algo muy típico: ni tiendas, ni señoras tejiendo…

Seguro que nos perdimos algo, pero no fuimos capaces de ver nada y continuamos nuestro camino hacia el faro de Cabo Vilán (43º09'34.54N;9º12'39,34O). Atravesando el parque eólico se divisa su majestuosa figura que se adentra en el mar sobre un promontorio.

Su faro es espectacular: bonito y en un lugar, como todos, imponente. Señala uno de los puntos más peligrosos de la costa de la muerte. De la segunda mitad del siglo XIX, seis años después del famoso naufragio del Serpent, tuvo que construirse de nuevo porque la altura del anterior no salvaba la roca más saliente del cabo produciendo una zona de oscuridad. Actualmente la torre tiene 125 metros de altura. Fue el primer faro eléctrico de España. Tiene una torre octogonal de 25 metros de alto y fue uno de los faros más potentes de la época.

Dentro del faro, el edificio que sirve de vivienda está separado de la torre. En la planta baja existe un pequeño museo donde podemos ver algunos elementos que forman la historia de este faro, como la primera linterna utilizada. Aquí llegamos al final de esta impresionante etapa por la llamada Costa da Morte llena de historia, naufragios y leyendas que el mismo Cabo Vilán, si hablase, seguramente nos podría solucionar. Pero esto no es posible.

Dentro del faro, el edificio que sirve de vivienda está separado de la torre y unido por un túnel. Allí encontramos a Juan, que recibe a los visitantes al centro de interpretación de los naufragios y de los faros y señales marítimas, que hay en su interior. Nos cuenta que ha dado la vuelta al mundo dos veces, y que habla seis idiomas. Después de mantener una breve charla sobre distintos lugares del mundo, nos encaminamos hacia una ruta que discurre por una pista forestal al borde de la costa y que parte de aquí, pasa por el cementerio de los ingleses, la playa trece para acabar en Santa Martiña y dicen que es lo más hermoso de toda la costa de la muerte.

Regresando del Faro, la pista sale a mano izquierda y sin dudarlo nos adentramos en ella. Discurre por rincones mágicos, hermosos, salvajes, que nos van descubriendo poco a poco hermosas estampas de este pedazo de costa tan atractiva para los visitantes que buscamos paz, y tan terrible para los navegantes. En ella se han producido numerosos naufragios de buques como el Constancia, Luz, Cantabria, Blanck Arrow, Banora, Diligent, Brignetti, Trebezy, Yale Hermoso, Yaga, Dique Francés, Duro, Ciampa, Trinacria, Tumbridge, Begona, Iris Hull, Olympe y el Serpent.

Terribles historias de muerte entre tanta belleza. La única excepción son una media docena de casas nuevas que incomprensiblemente han sido construidas en este lugar tan especial y aparentemente bien conservado.

Llegamos al cementerio de los ingleses, en un incomparable lugar, como todos y mientras nos acercamos, contemplamos las formas caprichosas que el viento, el agua y los años, han esculpido en las rocas. Aquí están enterrados los tripulantes del buque inglés Serpent que naufragó en estas costas en 1890. Este buque pertenecía a la corona británica y tenía una tripulación de 175 hombres. A las 11 de la noche del 10 de noviembre se va contra las rocas de Punta Boi. Aunque logra mantenerse en la superficie durante algo más de una hora, los intentos para abandonar el barco son infructuosos. El duro mar de aquella noche se llevó para siempre a los tripulantes del Serpent.

Sólo tres se pudieron salvar la vida milagrosamente, ya que fueron escupidos por el mar hacia la Playa de Trece donde permanecieron ateridos de frío hasta que a la mañana siguiente fueron avistados por un labrador de Xaviña.

En los días siguientes, el mar fue depositando los cuerpos sin vida de los otros 172 tripulantes del Serpent, la mayoría cadetes.

Los vecinos de Xaviña y Camariñas ayudaron a darles sepultura en el pequeño cementerio, hoy llamado Cementerio de los Ingleses. Después de este suceso, el cura de Xaviña y las gentes del lugar fueron condecorados por la corona británica. Durante muchos años, cada vez que un barco de la armada inglesa surcaba estas costas, disparaba salvas de reglamento lanzando al mar una corona de flores.

Desde aquí pudimos contemplar la famosa duna remontante más alta de Europa, duna que asciende por la ladera de una montaña en playa Trece hasta alcanzar los 200 m, el Monte Branco.

Formada por trece pequeñas calas que se funden con el monte, la playa virgen de Trece es uno de los arenales más solitarios de los que se puede disfrutar. De gran interés ecológico por las formaciones dunares y las plantas asociadas a ella, es una de las más hermosas que hemos visto, donde el azote del Atlántico le da un aspecto desértico. Lástima para nosotros y otros visitantes, y suerte para su conservación, por estar alejada de la carretera

Seguimos levantando una enorme nube de polvo a nuestro paso y concluimos nuestro camino en Arou, buscando un lugar para comer. Pero resultó ser un sitio imposible para las autos por lo que nos vimos obligados a dar la vuelta para dirigirnos hacia Camele. De camino, nos cruzamos con una autocaravana a quien avisamos de la dificultad, pero no me entiende. Me fijo bien y procedo al “cambio del chip” para decirles en inglés que son muy grandes y no caben. Agradecidos por la información, proceden a dar la vuelta.

Llegados a Camele seguimos las indicaciones al museo de Man, apelativo cariñoso de Manfred, joven alemán que en 1962 llegó a estas costas y que decidió quedarse en ellas. Destacaba por su corpulencia y pulcra vestidura y se relacionaba con la gente. Pero dicen que un desengaño amoroso le transformó, convirtiéndolo en un hombre muy delgado, con pelo y barba larga y con un taparrabos como única vestimenta. Decidió vivir en soledad, en perfecta armonía con el mar y las rocas, lo que queda reflejado en el museo al aire libre que le servía de casa. Este museo era en realidad una colección de piedras, huesos de animales y artes de pesca, perfectamente conjuntados, predominando las formas esféricas y circulares de vivos colores.

Y continúo hablando en pasado. Su museo se podía visitar por 1 euro por persona y otro euro más si se llevaba cámara de fotos. Man daba unos lápices de colores y una libreta donde pedía a la gente que hiciera un dibujo de lo que veía y que lo firmara con la fecha de su nacimiento.

Murió en diciembre de 2002, de un infarto, días después de que el Prestige derramara su mortal carga en esta costa, afectando gravemente a su museo. Hay quien dice que murió de pena, por no poder soportar el luto con el que se cubrió su amado mar y estas costas.

Desde aquí, también mi homenaje a este hombre que debería ser recordado por el cariño y el amor que profesó a este bello rincón de la costa gallega.

Sobre el estado actual de este lugar había leido que estaba en “cierto abandono”. Pero cuando llegamos….no solo había abandono y dejadez, sino algo mucho más profundo que dejaba traslucir la suciedad depositada por el mar y los vecinos del lugar. Olvido, o acaso ignorancia o quizás desprecio. Lo desconozco como también desconozco quien es el culpable (Administración central, autónomica o local) de su estado actual.. Y sinceramente, me importa un bledo. Y lo digo así, poseida por mi indignación y por mi vergüenza cuando coincidí con los alemanes a quien advertí en la carretera sobre Arou. Indignación, rabia, vergüenza, irritación y una profunda tristeza… A parte de que pienso que cuesta poco conservar, me resulta totalmente incomprensible que algo que en su día fue bello pueda convertirse en un estercolero, en un vulgar muladar donde se tira todo tipo de guarrerías. Un lugar donde habitó un hombre bueno y sensible, alguien que adoró esta tierra, independientemente de otros juicios que hayan hecho o puedan hacer sobre su pesona. Es como si a Man no solo le hubieran olvidado, sino que le hubieran quitado su dignidad. Algo que deseo intensamente devolver desde estas líneas recuperando su recuerdo aunque sólo sea por un instante.


Y de aquí a Laxe, a la playa y laguna de Traba. Buscando un aparcamiento para ver esta playa, encontramos un area recreativa perfectamente equipada con varias plazas de parking, mesas, hierba, pasarelas a la playa, baños (cerrados) y duchas y fuentes sin agua. Frente a este lugar, media docena de casas esparcidas y la carretera que circulaba paralela a la playa. La inversión económica ha debido de ser elevada lo que contrastaba vivamente con lo que nos habíamos encontrado unos kilómetros atrás, en Camele o en la playa do lago.


La playa, preciosa, como todas, desierta y con la marea alta y la mar más que revoltosa. Realmente impone el atronador ruido con que las olas una y otra vez revientan contra la arena levantando espumarajos blancos y elevando vapor de agua y como había aprendido la lección, me mantuve bien alejada por lo que andar por la arena se hacía algo más incómodo al hundirse más los pies.

A lo lejos, en el otro extremo de la playa vimos lo que parecían ser autocaravanas y nos dirigimos hacia allí. Pero cuando estábamos llegando, se marchaba la única autocaravana que había. Además, el aparcamiento era muy escaso y poco acogedor, por lo que decidimos abandonarlo, dejando a nuestra derecha lo que debía ser la laguna de Traba a la que se llegaba a través de una pasarela.

Decidimos probar fortuna en la playa de Soesto y tomamos una carretera que dejó atrás un grupo de casas para llegar a una bonita area recreativa, plana, verde, con barbacoas, mucho espacio y un riachuelo cristalino cuajado hasta arriba de calas en flor (43º12.823N;-9º01.153O). Un lugar idílico, entre montañas y con una encantadora playa virgen detrás de las dunas. Y lo mejor: había un grupo de cuatro autocaravanas dispuestas en forma de campamento que iban a pasar allí la noche. Inmejorable sitio, tranquilo y con compañía, así que a las 18,15 decidimos instalarnos allí y como había espacio suficiente, nos mantuvimos prudencialmente apartados de este grupo que posiblemente podría resultar ruidoso.

Nos acercamos a la playa. El final de la pasarela había desaparecido, suponemos que en alguno de los temporales del invierno pasado. Bajamos como pudimos y cansados como estábamos, nos tumbamos en la playa, pegados a las dunas, por un “por si acaso”, ya que el mar seguía batiendo bravo y amenazador, y disfrutamos a distancia de su sonido atronador y de su violencia. De regreso, Angel se entregó con entusiasmo en la recogida de calas y lirios amarillos así como de tierra para conservarlos hasta llegar a casa, para lo que utilizó la pala del lidl que ya tenía algún trienio que otro, y se la cargó. Hizo algún juramento sobre su calidad y terminó como pudo. Ahora el baño es algo parecido a un vergel, con todas las plantas dentro, pero algo incómodo de usar…

Un hermoso arroyo, literalmente plagado a ambos lados de calas en flor, fluye paralelo a la playa y cercano a donde estamos. Esta belleza y serenidad se ve algo enturbiada por la incertidumbre que me origina el ver a un grupo de jóvenes que han montado una tienda de campaña a medio camino entre nuestra camper y el grupo de autocaravanas. De entrada, uno se ha puesto a orinar sin ningún recato en medio de la nada. Espero, o que sean tranquilos o que el frío les pueda... Pero eso, ya lo veremos.

Y lo último que hicimos fue ir a ver la puesta de sol, pero estaba nublado, por lo que unicamente pudimos disfrutar de la gama de colores dorados y rojos con los que siempre nos regala la despedida del sol.









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